En esta serie, F.J. Pineda explora los territorios donde la sensualidad se funde con lo intangible, y donde la espiritualidad se expresa no a través de lo visible, sino de lo que apenas puede sentirse: el aroma, lo etéreo, lo que se escapa al instante. Cada imagen es una invitación al recogimiento íntimo, una evocación sensorial que remite al sentido del olfato como puerta de entrada a la memoria, al deseo y a lo sagrado.
Lejos del erotismo explícito, la sensualidad aquí se manifiesta como un susurro visual, como un perfume suspendido en el aire, capaz de evocar piel, silencio, fragilidad y presencia. Las composiciones de Pineda no buscan narrar, sino sugerir: son fragmentos de un mundo interior donde lo espiritual y lo corporal no se contradicen, sino que se abrazan.
Esta serie es, en esencia, una sinestesia visual. El espectador no solo ve: huele, recuerda, siente. Y es precisamente en ese cruce de sentidos donde la obra alcanza su mayor profundidad.
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